UN DIÁLOGO INTERGENERACIONAL PARA UN CAMBIO SOCIAL, MORAL E INTELECTUAL DEL ORDEN Y EL TIEMPO EXISTE

Apuntes para ensayar conexiones desde un pequeño lugar del mundo llamado Jaén.

A Sergio y María:

Nos sentimos felices de haber podido compartir con Quisco, vuestro padre,  los días vividos en esta tierra. Su memoria  nos alimenta en la lucha por la  construcción de un mundo justo y habitable. Y  desde aquel lado, su imaginación alumbrará la experiencia de nuestra propia finitud. Y, por tanto, camarada del alma,  no nos faltes al próximo encuentro, se constante. Vamos, contigo, hacia delante.

Nos hemos adentrado en una época en la que el orden capitalista ha decretado el asalto de las conquistas conseguidas por las generaciones anteriores de trabajadores, de las gentes de abajo, en una dura y trágica guerra de posiciones que ha caracterizado todo el siglo XX. Derrotadas las diversas experiencias de los movimientos revolucionarios y de cambio llevadas a cabo, el orden capitalista acumula una crisis que viene de los años setenta y que, tras globalizar la mercantilización de lo vivo humano y no humano mediante una gran mutación social y cultural, ha conseguido apropiarse de los bienes necesarios para la vida las gentes. Pero también ha conseguido dominar un imaginario que tiene como idea fuerza el que no hay otra posibilidad que el reino del cálculo egoísta del beneficio y el consumo compulsivo sin fin.

Pero la actual crisis económica y financiera nos señala que el orden no reina en el imperio y que las hogueras sociales se encienden frente a su estado de excepción. Y de nuevo, podemos decir, con Brecht, que “Sigue la rueda girando/Lo que hoy está arriba no siempre estará arriba/ Mas para el agua de abajo esto significa/ que hay que seguir empujando la rueda”.

Una mirada hacia el pasado quizás sea imprescindible para saber con certeza que nos hemos adentrado en una nueva época de transición general. Acaba aquella que ha caracterizado el mundo cercano desde la segunda guerra mundial. Las crisis y los problemas sociales, ecológicos y culturales, son de de una compleja y enorme envergadura, y el tiempo apremia para construir otro orden frente a la deshumanización y las violencias generalizadas.

Hoy hay que aprender a combinar la consciencia humana como especie ante los problemas globales ecológicos-sociales, revitalizar la consciencia de clase de las clases trabajadoras frente a las plutocracias capitalistas y la conciencia de género entre hombres y mujeres. Pero también, la de generación. Siempre hubo conflictos y luchas entre viejos y jóvenes, entre padres y madres e hijos e hijas, pero no  siempre hubo lucha entre generaciones. El concepto de generación no es algo fácil de determinar, pero sí sabemos que durante el siglo XX y en la actualidad las cuestiones juveniles se fueron configurando como un elemento importante de los procesos de transformación de la sociedad. La emergencia de importantes movilizaciones en diversos espacios diferentes del planeta, desde Túnez a Chile, desde EE.UU a España, con un protagonismo juvenil a resaltar, señala que la cuestión intergeneracional es un factor a tener muy presente.

Quizás fue el capitalismo el que antes supo leer los cambios derivados del malestar juvenil en los años sesenta en Europa y pudo impulsar un proceso de producción y consumo de masas acentuando la idea de libertad como la de los propietarios individualistas, que llevó a un cambio profundo de la organización del trabajo, mundializando el planeta, con posterioridad, a su imagen y semejanza.

El capitalismo pasa a la ofensiva general tras la crisis de los años setenta y a mediados de los ochenta el neoliberalismo y las democracias autoritarias se van imponiendo. La globalización, la liberalización de todas las relaciones y la privatización de todo lo público, ha destruido los espacios simbólicos y ha desintegrado a la sociedad actual.

Ya en los años treinta del siglo XX, Gramsci hablaba de la importancia de la lucha de generaciones; en particular, en los momentos de “crisis de autoridad”, y del papel de la generación “vieja” gobernante en los estados de rebelión permanente de los jóvenes. Y esto debido a la incapacidad histórica y real de los primeros en guiarlos y también a los cambios en la institución familiar y la nueva situación del elemento femenino en la sociedad, el empobrecimiento “sentimental” respecto del pasado al atribuir la educación de los hijos al Estado o a iniciativas privadas.

Y desde hace muchas décadas, algunas personas sensibles y lúcidas sobre las cuestiones y cambios juveniles, como Ernst Fischer, se plantearon la necesidad del “diálogo continuo entre las generaciones”, seguramente, entre jóvenes y mayores alienados que carecen de un vocabulario y sin que se pueda adoptar una actitud de certidumbre desde los primeros para implantar imperativos morales sobre los jóvenes, acerca del mundo que comparten.

Se va modelando una ruptura de los dos relatos fundamentales entre las generaciones anteriores y posteriores a esa época. Dos relatos que se fueron incomunicando y replegándose hacia un desencuentro trágico.

El trabajo era antes una figura central de la identidad humana. Y se contraponía a la ociosidad de los aristócratas. Había un apego al  “mono azul”. Esto fue así hasta que se impuso hacerlo inútil e invisible, sustituido por el ocio organizado desde arriba. Se ha desvinculado el producto de quien lo produce. El trabajador ha sido reducido a una función (pierde su sentido) y se precariza (afectando a las relaciones humanas). Hoy el trabajo es absolutamente anónimo, continuo y disperso. Antes el trabajo era de “carne y hueso” y ahora es abstracto. La misma crisis actual por la especulación financiera (producir dinero a través del dinero, sin producir realmente nada) señala esa época de la abstracción.

Nada fue ya estable, no había continuidad ni verdaderos acontecimientos. La “crisis” actual, incluso, se tiende a explicar como un fenómeno natural. Un relato necesita del tiempo, que hoy ha desaparecido. La presencia lo es de puro instante que se consume y se pierde la memoria.  Se configuró un espacio sin tiempo.

Se impuso el dominio actual de los medios.  Los fines eran algo accesorio e individual, irrelevante. No había metas colectivas sobre las que se pudieran construir procesos e instrumentos. El medio se fue convirtiendo en un fin en sí mismo: la identidad del consumo. Y la técnica se convirtió en el medio por excelencia para destruir el significado colectivo de los fines, mientras que la gestión mediática de la formación de la sociedad genera apatía e indiferencia moral. Ahí anida el nuevo fascismo. Los medios de comunicación han modificado los gustos, los estilos de vida, masificándolos de forma inaudita. Se exalta el individualismo pero se destruye a la persona. Que millón y medio de jóvenes se junten en el pueblecito alemán de Duisberg en “La Fiesta del amor” (música Tecno) y mueran 17 de ellos aplastados en los túneles de salida y entrada (falsificación de entradas) señala qué tipo de agregaciones ocurren en la actualidad entre los jóvenes. La transformación de la masa de los hombres en niños mimados que sólo buscan el modo de exhibirse no tiene ningún sentido.

Como señala el sociólogo italiano Franco Ferrarotti, especialista en estudios sobre las cuestiones juveniles, “Estamos asistiendo al genocidio de toda una generación de jóvenes”. El 43% de los jóvenes españoles entre 18 y 25 años ni trabajan ni estudian y un gran porcentaje (15,3%) vive a expensas de sus padres; casi la mitad está en desempleo. El 20% de los jóvenes europeos sufre trastornos neuropsiquiátricos, cifra que alcanzará el 50% en 10 años.

Fue desapareciendo la importancia del otro y la otra, la alteridad. Narcisismo primario y omnipotencia se configuraron como los rasgos predominantes de los jóvenes. El grupo no es sólo una realidad física sino un espacio mental percibido individualmente, el espacio de la alteridad. Pero si nos fijamos un poco, en la era del crecimiento desbordante de la comunicación, la comunicación entre los jóvenes es pobre, sobre todo afectivamente. Se han creado rebaños en vez de grupos, se destruyó la idea del límite. Si no hay límite no hay diferencias, sólo flujo ambiguo.

La mercantilización y la privatización de la educación no son los únicos efectos de toda aquella ofensiva neoliberal. En la escuela no se trata sólo de explicar las cosas o las posiciones de forma aséptica. En la educación se elaboran deseos y pasiones. Y ello empieza a faltar también en el profesorado.

Se impuso la idea de la política como gestión de lo existente y se perdió la idea del diálogo sobre los problemas que a todos afectan y se fue destruyendo la idea de la ciudad como espacio público.

Quizás ahí resida una de las aportaciones o posibilidades más interesantes de lo que se ha dado en llamar movimiento del 15M: la potencialidad de reabrir un diálogo intergeneracional cuestionando el relato que desde arriba se había asignado a la juventud, en particular. El tiempo es un campo de afirmación política de una nueva generación. Y sus componentes se mueven en  determinaciones temporales nuevas, rechazando los ritmos de la sociedad en la que han nacido.

No tengamos miedo de hablar en primera persona; necesitamos comunicarnos y debemos emplear las palabras, sabiendo las dificultades. Debemos disponernos a aprender a escuchar, algo fundamental y que va faltando en las relaciones humanas. Lo que hoy domina entre los jóvenes (y no sólo entre ellos) es un silencio desesperado, sin voz, apático. Como narraba John Berger, el 8 de agosto los jóvenes se amotinaron (en algunos barrios de la periferia de Londres) porque no tienen futuro, no tienen palabras y no tienen sitio alguno donde ir. Uno de ellos, arrestado por saqueo, tenía 11 años… Muy poco o nada en las vidas que llevan vividas hasta ahora los muchachos de Croydon les ha confirmado o le da aliento a expectativas de esta índole. Y así, viven aislados pero juntos, en el presente, violento al punto de la desesperación. Hace falta aprender a escuchar, para ese diálogo imprescindible. Pero, también, algo más.

“Una generación se despide” es un artículo que Manuel Cruz publicó El País el 15 de mayo de 2011, el mismo día de las manifestaciones que dieron nombre al movimiento. Manuel Cruz habla de la generación de la izquierda que se convirtió después al reformismo y a la socialdemocracia y que ahora –escribía-  no está en condiciones de dar lecciones a nadie, precisamente cuando es claro el fiasco de la “gestión socialdemócrata del fin de las ideologías (“tercera vía”). El final no puede ser más clarificador: “El problema, como se deja ver, no es que seamos un tapón para la siguiente generación: el problema es que hemos dejado vacía la botella. El día en que los que vienen detrás tomen la palabra nos van a poner a caldo.

La reconsideración necesaria no viene sólo ni fundamentalmente por el lado de los más jóvenes, sino precisamente, por aquellos más mayores responsables del mundo que hemos construido para ellos, delegando en el “mal menor”, hoy a la desbandada cuando han abierto la puerta al otro mal.

Bien, hasta aquí van estas notas. Que son sólo apuntes para iniciar un trabajo en la Asamblea Local de IULV-CA de Jaén. Ahora las propuestas:

1) Ayudar a construir, con pasión y paciencia, un espacio en el que algunos jóvenes de nuestra organización o cercanos a ella, a nuestra experiencia vital y política, puedan ir juntándose y expresándose, dialogando, pensando sobre la ciudad en la que viven y proyectando.

2) En relación con la experiencia que impulsa la Asociación «El Asturiano» promover, por ejemplo, un estudio y enfoque integral (multidisciplinar) sobre la alimentación  que abarque toda su dimensión histórica, social y biológica; de las crisis alimentarias y ecológicas hasta los hábitos alimentarios. Esto podría constituir hoy una centralidad de aristas muy interesantes, incluso, para extender a los centros de enseñanza y la propia Universidad de Jaén.

3) Configuración de un grupo práctico que elabore, por así decirlo, un «Manual para la sobrevivencia o para la resistencia», sobre conocimientos y habilidades manuales y culturales concretas, sirviendo de conexión tanto en ese posible colectivo como para los tres grupos territoriales que estamos construyendo. Se trata, en definitiva, de combinar o conectar la actividad del estudio con la vida, algo que el capitalismo se ha ido cargando con la división social y técnica del trabajo y el paro estructural y permanente.

En un lugar del mundo llamado Jaén, comenzando casi a andar el 2012