Esos jóvenes salvajes. El hilarante debate sobre el bullying. Entre la hipocresía y lo políticamente correcto

Carlo Formenti
http://blog-micromega.blogautore.espresso.repubblica.it/?p=24839. 23 de abril de 2018.  Traduce Konkreto.

Encuentro hilarante el «debate» sobre los recientes episodios de bulimia de algunos profesores de instituto. Los periódicos y las televisiones han convocado a comentaristas, psicólogos, pedagogos, académicos, políticos, estudiantes, profesores, padres, etc., pero no ha salido mucho de este diluvio de palabras.

Por un lado, se ha tomado nota de algunos hechos: se trata de una generación caracterizada por un alto porcentaje de chicos narcisistas, sin frenos inhibidores, incapaces de distinguir entre realidad y videojuegos, ajenos a los efectos de su exhibicionismo online (que muchos viven como el único instrumento capaz de certificar su existencia), incapaces de concentrarse por más de un minuto en algo que no sea pura imagen, privados de empatía, pero las reflexiones sobre las causas del fenómeno son patéticas.

¿Fallos de las nuevas tecnologías (teléfonos inteligentes, redes sociales, etc.)? Pero, ¿quién ha alimentado la fiebre del consumo desenfrenado de estos instrumentos en ausencia de capacitación para su uso crítico y consciente? ¿Fallo paterno? Pero esos padres pertenecen en gran medida a una generación que ha crecido a su vez en un clima cultural caracterizado por el consumismo, el individualismo, la indiferencia (por no decir la hostilidad) hacia los demás, la irresponsabilidad personal y colectiva, por lo que no hay que asombrarse de su solidaridad con sus retoños, ya que se parecen demasiado a ellos.

¿Culpa de los profesores que no ejercen su rol con autoridad? Pero, ¿quién ha impuesto sus salarios de miseria, quién ha hundido la escuela pública con «reformas» demenciales, quien ha extendido su normal desprecio (junto a los otros empleados estatales), pintándolos como parásitos que chupan dinero a los ciudadanos? Los hipócritas que hoy lloran lágrimas de cocodrilo por la catástrofe antropológica de esta sociedad pertenecen a las élites económicas, políticas, culturales y mediáticas que han provocado la catástrofe antropológica, ensalzando las bondades magníficas y progresistas del mercado, el desmantelamiento del gasto social y los servicios públicos, el consumismo desenfrenado, la competitividad individualista de todos contra todos, son los sacerdotes de esa revolución liberal-neoliberal que ha generado y continúa generando monstruos.

Por otro lado tenemos los discursos edificantes de la izquierda políticamente correcta, que advierten contra los riesgos de la regresión a concepciones jerárquicas y autoritarias de la relación entre adultos y niños. Aquellos que no deberían ser castigados sino educados, aquellos que instan a no hacer de escuelas públicas un reformatorio (pero mientras tanto envían a sus hijos a las escuelas privadas, mejor si en la orientación de Montessori o de Steiner, porque pertenecen a una burguesía roja formada por intelectuales, profesionales y mandos intermedios).

En resumen, me refiero a los herederos de la larga oleada de Sesenta y ocho, del prohibido prohibir, de la fantasía al poder, de una ideología que, olvidada toda memoria del antagonismo de clase que se vivía

en aquellos años, hizo suya una ideología irenista que evita toda forma de conflicto, que cree que incluso los impulsos salvajes que este mundo produce cada vez más pueden apaciguarse, sin recurrir a métodos que obliguen a los pequeños a aceptar la crudeza de la realidad. ¿No vivimos en la era de las necesidades y el trabajo «inmateriales»? Pero los niños están más cerca que nosotros de la materialidad de los cuerpos y la vida, y cuanto más tratan de enjaularlos en el mundo virtual, más desarrollan tensiones reprimidas que tarde o temprano explotan y dañan